La militarización avanza en América Latina

 

La militarización en América Latina y el Caribe, apoyada y financiada por los Estados Unidos, no es una novedad para nuestra región. Durante décadas hemos sufrido la intervención de la potencia del norte en nuestros asuntos económicos, políticos y sociales, pero los últimos años demuestran un incremento en las estrategias militares estadounidenses para obtener el control de nuestros países latinoamericanos.

En palabras de José Martí -pronunciadas en la Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos celebrada en el año 1889-, los Estados Unidos son representados como un "rocín glotón" que quiere "echarse a pacer por los predios fértiles de sus vecinos". Hoy en día, esa misma imagen, después de más de un siglo transucrrido, es la que continúa identificando al más grande imperio del mundo, fortalecido luego de la Segunda Guerra Mundial y consolidado con el fin de la Guerra Fría.

Pero para nutrirse de los "fértiles predios" de la América que se extiende desde el sur del río Bravo, la bestia del norte optó, década tras década, por explotar a nuestros pueblos utlizando la violencia y la muerte como el método por excelencia para despojarnos de todo lo nuestro, desde las ideas hasta las riquezas. Con años de guerras sucias, sangrientas invasiones y numerosos secuestros y persecusiones, atravesando gobiernos militares seguidos por democracias represivas -ambos asesorados o asistidos por la potencia estadounidense-, la región de América Latina y el Caribe se encuentra hoy en su mayoría, sumida en la pobreza, presa de un sistema que perpetúa las injusticias y acrecienta las luchas de clases.

Ante las miserias globalizadas que se acentúan con el correr del tiempo y las políticas de ajuste del sistema económico imperante, aparece -como en tantas otras oportunidades a lo largo de nuestra historia latinoamericana- el temor de los sectores dominantes a las reacciones de los pueblos que puedan alterar el orden establecido y por ende, la necesidad de controlarlos por diferentes medios pero especialmente por la fuerza coercitiva.

Esa fuerza coercitiva es puesta en práctica por las fuerzas policiales y militares que consittuyen el aparato represivo de cada país en la región, el cual en la mayoría de los casos ha contado y/o cuenta con el apoyo económico y logístico, y el asesoramiento y entrenamiento técnico, estratégico y militar de los Estados Unidos.

Así lo ha demostrado la Escuela de las Américas, que siempre tuvo su sede en Panamá y desde 1984 funciona en Fort Benning, Georgia, Estados Unidos, y por la cual desde1961 hasta la actualidad han pasado más de 60.000 militares latinoamericanos, de los que cerca de 500 están acusados de diversos crímenes de guerra, y en la que cada año continúan formándose cientos de militares de América Latina y el Caribe. Un artículo publicado por el New York Times mencionaba la existencia en la Escuela de las Américas de "once manuales secretos" mediante los cuales "se recomendaban técnicas de interrogatorio, como la tortura, ejecuciones, chantajes y arrestos de familiares de quienes iban a ser interrogados". En su declaración al juez español Baltazar Garzón, el sacerdote estadounidense Roy Burgeois afirmó que "Pinochet y los otros dictadores no podrían haber cometido sus crímenes sin el apoyo militar y económico de los Estados Unidos. Mi país es responsable de esos hechos por haber colaborado con armas, millones de dólares, la acción de la CIA y la preparación que brindó a la represión la Escuela de las Américas".

Además de ser formados en esa escuela, los militares y asesinos de América Latina fueron apoyados en sus siniestros planes de exterminio, conocidos por la CIA, el Pentágono y también por el tristemente célebre ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, quien fue cómplice y promotor de numerosas atrocidades. Uno de esos planes fue el llamdado Plan Cóndor u Operación Cóndor que, liderado por el genocida chileno Augusto Pinochet, reunió a las dictaduras de Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia en una estrategia coordinada de muertes, desapariciones y secuestros más allá de las fronteras nacionales.

En la última serie de documentos secretos vinculados con el papel de los Estados Unidos en los acontecimientos anteriores o posteriores al derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende encabezado por Pinochet, que fueron publicados en noviembre del 2000 por el gobierno norteamericano, "se comprueba que la CIA sabía al menos desde julio de 1976 que la red Cóndor montada por Chile junto a otros países del Cono Sur planeaba asesinar a opositores chilenos, argentinos y uruguayos en el extranjero (-)" y que el ex secretario de Estado Henry Kissinger instruyó "a la Embajada de Estados Unidos en Santiago [de Chile a] no presionar demasiado al régimen de Pinochet con el tema de los derechos humanos". La gran mayoría de los documentos de la CIA permanecen censurados pero aquellos que han salido a la luz revelaron la complicidad de los diferentes gobiernos de los Estados Unidos en las dictaduras militares latinoamericanas.

Intervenciones directas o encubiertas

Asimismo, la potencia del norte ha intervenido directamente con fuerzas militares en países centroamericanos y caribeños, como fue el caso de la invasión en la pequeña isla de Granada en noviembre de 1983, luego del sospechoso asesinato del primer ministro granadino Maurice Bishop y de otros de sus compañeros de lucha. Durante la invasión, desde los aviones militares de combate eran lanzados unos volantes que decían: "Pueblo de Granada: sus vecinos del Caribe con los Estados Unidos hemos venido a Granada para restaurar la democracia y asegurar vuestra seguridad". Evidentemente, el pretexto de los Estados Unidos para invadir Irak el pasado mes de marzo, ha sido utilizado por el imperio cada vez que lo ha considerado necesario para sus intereses políticos y económicos. Así lo demostró el ex presidente norteamericano Ronald Reagan cuando en un discurso ante el Consejo de la OEA en febrero de 1982, explicó: "Que nadie se equivoque: el bienestar y la seguridad de nuestros vecinos en esta región favorece nuestros propios vitales intereses".

Pero años después, los Estados Unidos reiteraron su estrategia en Panamá, cuando en diciembre de 1989, invadieron 20.000 soldados estadounidenses apoyados por poderosos medios aéreos desplegados en la Zona del Canal, y masacraron a diferentes barrios populares con la excusa de que el general Manuel Antonio Noriega, jefe de las Fuerzas de Defensa panameñas, estaba vinculado con el "narcotráfico internacional".

Al culminar la Segunda Guerra Mundial, en 1945, y desde entonces hasta el fin de la Guerra Fría, el pretexto para militarizar la región fue la posible expansión del comunismo en el continente americano. Expansión que se tornó aún más peligrosa con el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959, la cual fue considerada por los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos como una verdadera amenaza para la región.

El miedo a la expansión comunista se acrecentó con el triunfo de la Revolución en Nicaragua, en julio de 1979, encabezada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Para contrarrestar las fuerzas revolucionarias nicaragüenses, los Estados Unidos invirtieron cerca de 90 millones de dólares para construir once bases militares en territorio hondureño directamente operadas por las fuerzas armadas norteamericanas.

Así fue que el imperio estadounidense financió casi una década de guerra "contrarrevolucionaria", operando desde difererentes países de Centroamérica (especialmente Honduras) con el fin de desestabilizar el nuevo régimen triunfante en Nicaragua. Pero a la vez, no descuidó la represión y la intervención en otros países de la región que peleaban y se alzaban buscando su libertad, su independencia y reivindicaciones sociales, económicas y políticas para sus pueblos. De esta manera, las fuerzas militares de los Estados Unidos también contribuyeron a desmantelar las resistencias en Guatemala, México, El Salvador y Honduras, apoyando la represión y la guerra, e imponiendo gobiernos "títeres" de sus propios intereses imperiales en la mayoría de las naciones latinoamericanas y caribeñas.

Recientemente, continuando con su histórica estrategia de dominación, los Estados Unidos han conspirado con el líder bolivariano Hugo Chávez Frías, el pasado 11 de abril del 2002, en el intento fallido de golpe de Estado, debido a que el presidente venezolano presenta una amenaza para los intereses norteamericanos siendo Venezuela el tercer proveedor de petróleo de los Estados Unidos.

El terrorismo: el pretexto perfecto

Concluida la Guerra Fría, disuelta la Unión Soviética y establecidas las democracias neoliberales alineadas al imperio norteamericano, el nuevo pretexto para la intervención armada y militar de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe, fue la lucha contra el narcotráfico. La cual, encontró su refuerzo ideal luego del atentado del 11 de septiembre del 2001 a los Estados Unidos. Entonces la militarización y la fuerza represiva encontró una nueva y excepcional excusa: el terrorismo. El terrorismo no tiene fronteras y es un enemigo invisible que puede ser encarnado por cualquier individuo o nación aún antes de cometer ningún atentado: es un potencial terrorista. Por ende, narcotráfico y terrorismo son los blancos fáciles de un imperio que se edifica sobre cadáveres.

En 1999 había nacido el Plan Colombia que hoy, con la llegada de los presidentes George W. Bush y Alvaro Uribe Vélez a los gobiernos de Estados Unidos y Colombia respectivamente, toma una intensidad militar aún mayor. Con el pretexto de combatir el narcotráfico, batallones militares y fuerzas paramilitares, entrenados, financiados y equipados por los Estados Unidos, además de mercenarios profesionales de empresas estadounidenses, buscan desmantelar a las guerrillas colombianas y apoderarse de la droga, el petróleo y la posición geo-estratégica del país. Pero este plan no pretetende quedarse en las fronteras de Colombia, sino más bien extenderse a otros países de la región a través del llamado Plan Andino o Iniciativa Andina.

Así, en la frontera norte de Ecuador existen aproximadamente 10.000 soldados de fuerzas militares y el Pentágono presiona al gobierno ecuatoriano para que cierre su frontera con Colombia, hecho que desencadenaría graves consecuencias a ambos países. El Plan de Actividades propuesto por el Pentágono para América del Sur fue presentado por el Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, James Hill, a Ecuador en su reciente visita al país el pasado mes de marzo. El documento propone una acción militar conjunta para enfrentar "la lucha contra el narcoterrorismo y la portección de las fronteras de los países afectados". En Ecuador funciona además, un Centro de Operaciones de Avanzada de las fuerzas militares norteamericana que se ubica en la Base aérea de Manta, desde donde se han registrado en el último año 1.028 vuelos en la región.

Los despliegues del Comando Sur

El Comando Sur de los Estados Unidos, ubicado en Miami y con una sub-sede en Puerto Rico, es el "comando regional" encargado de proteger los intereses de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, y es financiado por programas del Departamento de Defensa norteamericano para realizar operaciones y ejercicios de entrenamiento conjuntos de fuerzas militares estadounidenses y latinoamericanas. Más de 50.000 militares norteamericanos son enviados todos los años a América Latina y el Caribe para efectuar más de 3.000 despliegues con misiones de entrenamiento y ejercicios conjuntos.

Estos despliegues y entrenamientos se han reforzado los últimos años con la mencionada lucha antiterrorista. Tal es el caso de la Triple Frontera de Argentina, Paraguay y Brasil, donde el gobierno argentino pretende autorizar el ingreso de marines norteamericanos a esta zona estratégica como puerta de acceso a la región amazónica. El gobierno argentino ha presentado con este fin y bajo la presión estadounidense, un proyecto de ley "antiterrorista" que espera ser aprobado próximamente y que en su artículo quinto autoriza a las Fuerzas Armadas y de Seguridad a compartir información "de inteligencia consistente en las capacidades, intenciones o actividades de gobiernos extranjeros, elementos nacionales o extranjeros, organizaciones nacionales o extranjeras, personas nacionales o extranjeras ligadas al terrorismo; espionaje, sabotaje, y/o cualquier otra actividad del crimen organizado relacionado al terrorismo y/o su modus operandi".

En la provincia de Salta, Argentina, se realizaron en los años 2000 y 2001, los llamdos Operativos Cabañas, donde participaron 1.500 oficiales provenientes de Chile, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Uruguay, dirigidos por el Comando Sur de los Estados Unidos. Y para este año se han anunciado ejercicios militares con la presencia de marines norteamericanos en las provincias de Mendoza y San Luis. También en Argentina, la población ha denunciado que el gobierno provincial de Tierra del Fuego cedió tierras para la instalación de una base norteamericana que realizará "estudios nucleares con fines pacíficos" -obviamente dudosos- y cuya instalación será en la ciudad de Tolhuin, que se encuentra ubicada en el centro de la isla.

Existen además, una gran cantidad de bases militares en toda la región latinoamericana que son ocupadas directamente por los Estados Unidos o donde se realizan despligues conjuntos con las fuerzas militares del país en cuestión. Entre ellas podemos mencionar las que se sitúan en las llamadas "Antillas Holandesas"; Comalapsa, en El Salvador; Soto Cano, en Honduras; Bahía de Guantánamo, en Cuba (que ocupan los Estados Unidos desde el año 1903 contra la voluntad del pueblo cubano); Iquitos, en Perú (calificada por el general Peter Pace, perteneciente a la Infantería de Marina de los Estados Unidos, como "la mejor intalación de este tipo"); Alcántara, en Brasil (donde la población rechazó la cesión de esta base a los Estados Unidos); Chapare, en Bolivia (donde las Fuerzas Especiales estadounidenses y la Oficina antidrogas -DEA- se encuentran entrenando militares y construyendo nuevas bases); la ya mencionada Base de Manta, en Ecuador; y la ubicada en Vieques, Puerto Rico, que es una de las mayores bases navales fuera del territorio continental norteamericano. A estas bases militares debemos agregar las 34 existentes en Colombia, en el marco del Plan Colombia y aquellas -bases o instalaciones de entrenamiento militar- desconocidas para las poblaciones latinoamericanas.

La estrategia de militarización de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe no es una nueva forma de dominio de la región pero sí una herramienta que se está incrementando de manera alarmante. El interés del imperio norteamericano en anexar la América que se extiende desde el sur del río Bravo a su territorio, es una ambición antigua que se acrecienta con la necesidad de controlar los recursos naturales (agua, hidrocarburos, minerales, bosques) que aún conserva la región latinoamericana y se prevé su escasez para los tiempos venideros.

A la estrategia de militarización se agregan planes paralelos de dominación como el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) y el Plan Puebla Panamá, que buscan los mismos fines aunque mediante estrategias económicas.

Lo cierto es que la estrategia de dominación se acrecienta porque nuestros pueblos latinoamericanos, agobiados de la asfixia económica, se encuentran resistiendo y presentando una fuerte oposición a la potencia imperial del norte y a sus gobiernos "títeres" a través de movimientos populares y sociales en los diferentes países. Esa respuesta de los pueblos es la que intentan parar incrementando la violencia policial y militar. Pero los pueblos latinoamericanos sabrán incrementar su resistencia.

Florencia Copley

Fundación Pacificar

www.pacificar.com