San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, a 15 de febrero del 2003.
A todos los participantes en la Jornada Mundial Contra la Guerra:
Hermanas y Hermanos:
Ante el inminente riesgo de que la guerra contra Irak desate un conjunto de implicaciones que afectan a toda la humanidad, reiteramos nuestro compromiso por la Paz y sumamos nuestra voz a la de millones de hombres y mujeres que hoy mismo se movilizan por el mundo, para exigir a los gobiernos que no cedan a las maniobras del gobierno norteamericano para legalizar una guerra radicalmente injusta, ilegítima y tramposa.
Como mexicanos, que vivimos un proceso de Paz en crisis -cuya solución sólo puede construirse sobre la base de cambios sustantivos, comenzando por el cumplimiento de los primeros Acuerdos de San Andrés, firmados precisamente el 16 de febrero de 1996, para el auténtico reconocimiento político, social y constitucional de los Derechos colectivos y culturales de los Pueblos Indígenas-, constatamos que una guerra de las características unilaterales y económicas como la que pretende la administración Bush tendría implicaciones desfavorables por el aumento del autoritarismo y el alejamiento de las condiciones mundiales y nacionales para los cambios que se requieren. Por ello, en congruencia, para construir nuestra Paz debemos oponernos a esta guerra.
Como latinoamericanos, que vivimos largas luchas por la independencia, la democracia y la justicia, muchas de ellas expresadas por dolorosos conflictos armados y difíciles procesos de Paz, constatamos que una guerra como la que los poderosos y transnacionales pretenden, traerá mayores imposiciones del modelo neoliberal que nos exprime, ahogando el sentido de participación democrática por la justicia con la que sueñan nuestros pueblos. Por ello, en congruencia, para construir la Paz de nuestra América, debemos oponernos a esta guerra.
Como ciudadanos del mundo, planeta de pobres que vivimos la desigualdad descomunal en todos los órdenes, constatamos que una guerra como la que pretende el gobierno norteamericano traerá implicaciones históricas inaceptables al establecer por la vía de los hechos y la destrucción de los distintos, a un nuevo tipo de imperialismo guerrerista, que lejos de resolver los conflictos que hoy existen, extenderá la violencia y las guerras contra los pueblos. Por ello, en congruencia, para reordenar el mundo en términos de justicia y no de poder, debemos oponernos a esta guerra.
¡Defendamos el derecho a la vida, continuemos este esfuerzo civil, unitario y mundial, necesario para construir la Paz justa y digna, y dotemos a todas nuestras acciones de una nueva visión ética llena de profunda esperanza!
Fraternalmente,
Mons. Samuel Ruiz García, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas,
Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, SERAPAZ, CORECO,
DESMI, CARITAS de San Cristóbal de las Casas, CIDECI,
Departamento de Teología del INESII, CAPISE, Alianza Cívica Chiapas y SICSAL