HOMILIA DE FR. RAUL VERA LOPEZ
EN EL 2o. ANIVERSARIO
DE LA MASACRE DE ACTEAL

22 de Diciembre de 1999

Queridos hermanos, queridas hermanas:

Recurre hoy el segundo aniversario de la masacre de nuestros hermanos y hermanas de Acteal y nos encontramos aquí, precisamente en el sitio en que fueron sacrificados y donde fueron sepultados sus cuerpos, para ofrecer a Dios Padre nuevamente sus vidas, junto con la vida de su Hijo Jesucristo, en el Santo Sacrificio de la Misa, para que se digne aceptarlas como ofrenda agradable a sus ojos por la paz y la reconciliación en Chiapas y en México. Podemos confiar con toda verdad que Dios todo poderoso ha recibido ya sus vidas, porque al momento de morir ellos y ellas oraban y ayunaban por la paz.

También estamos ciertos de que su muerte fue un sacrificio agradable a Dios, porque con ellos fueron sacrificados varios inocentes que todavía no sabían distinguir entre su mano derecha y su mano izquierda y porque al morir, su catequista los exhortaba a conceder el perdón para sus asesinos, como lo atestiguan quienes sobrevivieron a tan horrendo crimen.

Pero, aunque para nosotros que creemos en la muerte redentora de Cristo, la sangre de estos hermanos que permanecían unidos a Él por su bautismo, al ser derramada como la de Cristo, los convierte en testigos (mártires) de la fe, pedimos a Dios que no se vuelvan a repetir otras masacres semejantes, ni en Chiapas, ni en cualquier otra parte de México y del mundo. Rogamos a Dios que su sacrificio, unido al de Cristo, produzca tan abundante fruto, que quienes organizaron este crimen y quienes lo ejecutaron, obtengan por los méritos de ellos el perdón de su pecado y, purificadas sus conciencias de las ambiciones de poder que movieron sus corazones a asesinarlos, aprendan a respetar la vida y la dignidad de cada ser humano, y en lugar de provocar muertes, hambres y guerras, se pongan al servicio de la justicia que es el único medio para alcanzar la tan deseada paz para nuestro estado de Chiapas y para México.

Desde este altar, donde renovamos el memorial de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía, colocado junto a las tumbas de nuestros hermanos sacrificados de Acteal, quiero hacer a nombre mío y del Obispo Diocesano Don Samuel Ruiz, un nuevo llamado a las autoridades del Estado y de la República, a aplicar un verdadero estado de derecho que impida la operación impune de los grupos paramilitares en nuestra región y a cesar de utilizar la fuerza, la represión y la violación a los derechos de las personas y de las comunidades, como respuesta a los reclamos legítimos de justicia de los pueblos indios y de los campesinos pobres de Chiapas y de nuestra Nación.

Y a ustedes hermanos indígenas, y campesinos de Chiapas y de México, los invitamos a no sucumbir a la tentación de utilizar el camino de la violencia para reclamar sus derechos, pues la violencia engendra más violencia. Muy especialmente a nuestros hermanos de Chiapas, los animamos a perseverar en la búsqueda de la justicia por la vía del diálogo que decidieron asumir de manera ejemplar a los ojos de México y del mundo, hace ya casi seis años. Por nuestra parte, como pastores de ustedes, no cesaremos de pedir insistentemente ante las autoridades, que se creen las condiciones reales para que ese diálogo se produzca, que no será la ostentación de fuerza y la intimidación amenazante la que los lleve a ustedes a las mesas de negociación, sino que es el respeto a su dignidad y el trato justo a sus personas y a sus comunidades, el único camino para entablar un diálogo fecundo y respetuoso que conduzca a la paz.

También, como pastores de esta Iglesia que peregrina en Chiapas, queremos hacer presente que nuestro trabajo como Iglesia Católica, fundada por Jesucristo para bien de la humanidad, nos exige la obra de la reconciliación y de la paz, que pasa por la justicia y, por tanto, el Evangelio de Jesucristo nos obliga a trabajar por una reestructuración social de la región y del país. Por ello, queremos afirmar nuevamente que el trabajo que realizamos en la sociedad, junto con otras Iglesias Cristianas de otras denominaciones, junto con hombres y mujeres que creen en el Dios de la vida desde otras religiones, y al lado de muchos hombres y mujeres de buena voluntad, es un obra legítima y digna, querida por Cristo y fundada en las enseñanzas del Evangelio, y que los Papas de la Iglesia Católica, a lo largo de este siglo, han proclamado en sus cartas encíclicas y en muchos documentos eclesiásticos. Lo mismo han enseñado todos los Obispos del mundo reunidos en el gran Concilio Ecuménico denominado Vaticano Segundo y, muy especialmente, los Papas que han vivido ese Concilio: Juan XXIII (JUAN VEINTITRÉS), Pablo VI (PABLO SEXTO) y Juan Pablo II (JUAN PABLO SEGUNDO). Estas enseñanzas también las han proclamado los Obispos de todo el Continente Latinoamericano reunidos en las ciudades de Medellín, Colombia en 1968, de Puebla, México en 1979 y de Santo Domingo, República Dominicana en 1992, en las Asambleas Generales del Episcopado Latinoamericano.

Por lo tanto, que nadie más vuelva ni siquiera a insinuar que la Diócesis de San Cristóbal no está haciendo su trabajo unido a los Papas y al resto de los Obispos de la Iglesia Católica, y tomar como pretexto esa acusación, para asesinar a sus catequistas y a los fieles de esta Iglesia como se ha hecho aquí en Acteal, e inventar todo tipo de calumnias y mentiras contra sus obispos, sacerdotes, religiosas y laicos para así legitimar una abierta persecución contra esta Iglesia. Pedimos, pues, que la Iglesia de San Cristóbal de Las Casas y todas las Iglesias de México, gocen de la debida libertad para realizar el trabajo que Cristo nos ha ordenado realizar.

Queridos hermanos y hermanas, sobrevivientes de Acteal, sepan que ni Don Samuel ni yo dejamos de pensar en el enorme sufrimiento en el que están viviendo, sometidos a una vida inhumana y bajo la constante amenaza para sus vidas de las mismas armas que acabaron con sus seres queridos, hoy hace dos años. Que Dios perdone a quienes les están sometiendo a esta barbarie. Imploramos la bendición de Dios y la especial protección de la Santísima Virgen de Guadalupe, madre y Señora nuestra, sobre todos y todas ustedes, especialmente sobre sus niños y niñas y sus ancianos y ancianas, y sobre sus enfermos, para que con el testimonio de su fe y fortaleza, mantengan viva la llama de nuestra propia esperanza, en el trabajo por la paz que junto con ustedes realizamos aquí en Chiapas, en México y en el mundo.