Boletín Mexicano de La Crisis
No. 205 del 4 al 10 de diciembre de 1999.
La CIA en Chiapas
Hector A. González

Un antropologo mexicano desentrañó desde agosto de 1985 la injerencia de la CIA en Chiapas. Desde esa fecha se gestó el embrión de los grupos paramilitares que luego del estallido del 1 de enero de 1994 se multiplicaron y entre los que se encuentran los llamados "chinchulines", "Alianza Bartolomé de los Llanos", "Paz y justicia" y "Tomás Munzer".

Juan Manuel Sandoval Palacios antropólogo investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia desde 1985 alertó al gobierno mexicano sobre la presencia de la CIA y los primeros brotes de la guerrilla en Chiapas.

Sandoval Palacios presentó sus hallazgos en un congreso Nacional de Investigadores en Antropología. Para el especialista mexicano el asunto central para el gobierno estadounidense en el caso de Chiapas, además del espionaje, era el de impulsar actitudes individualistas entre los indígenas de las diferentes etnias, de manera tal que fuera facil introducir ideas divisionistas en ellas y que perdieran el sentido de colaboración y de comunidad y las instituciones que las sustentan, como son la ayuda mutua o "tequío", las mayordomías, las fiestas tradicionales, etcétera.

Catorce años después de las señales de alerta del antropólogo Sandoval, no solamente hay indicios de que en México existen grupos "vengadores" de la cavernaria ultraderecha mexicana que están dispuestos a cometer actos de terrorismo como el de la masacre de Chenalhó el 22 de diciembre de 1997.

A partir de la irrupción del alzamiento de los zapatistas del sureste ha quedado en claro la conformación de diversos grupos paramilitares alentados desde el partido en el poder y los grupos caciquiles que predominan en Chiapas. A juzgar por los hechos de Chenalhó quedó en claro que el gobierno no estuvo resuelto a reprimir con energía a esta nueva delincuencia, sino que la alentó a destinar partidas secretas del erario público al membrete "Desarrollo, Paz y Justicia" bajo cuyo disfraz operan los grupos paramilitares.

Sería conveniente que los analistas y operadores del aparato de seguridad nacional evaluaran con todo cuidado algunas circunstancias sobre el origen y los autores intelectuales de los grupos que perpetraron la masacre de Chenalhó. Las pesquisas a diferencia de las "investigaciones" al vapor de la PGR podrían revelar que gran parte de los grupos paramilitares que han actuado en los últimos cuatro años no están formados por "indígenas rabiosos", pues en realidad los acontecimientos que enlutaron la Navidad e indignaron a los mexicanos resultan de un tono mucho mayor.

Los hallazgos del Antropólogo Sandoval Palacios realizados a mediados de los ochentas, en la actualidad han cobrado gran relevancia en la inestabilidad de la frontera sur.

"Los agentes de la CIA utilizan principalmente dos disfraces: miembros de numerosas sectas de corte evangélico y científicos sociales que investigan bajo la cobertura de instituciones del gobierno de los Estados Unidos y, más recientemente, de algunas universidades e instituciones mexicanas donde se han logrado infiltrar gracias al apoyo incondicional de algunos funcionarios de estas; o por méritos propios debido a que se les considera entre los mejore de su campo científico se les invita como profesores o investigadores, bajo el supuesto de que ciencia es neutral...

"Muchos de los investigadores estadounidenses son asesores de la Casa Blanca, agentes de Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de otras dependencias como el Departamento de Estado"

El antropólogo Sandoval señala a sus homólogos estadounidenses Robert Camark y Gary Goasen como los pioneros de la CIA en Chiapas. Ambos "Investigadores" emprendieron en 1983 un proyecto sobre los chamulas y los tzotziles. Camark y Goasen hablan perfectamente el tzotzil y el quiché, ya que también trabajaron con los indígenas de esa etnia en Guatemala.

Camark trabaja para el Centro de Estudios Mayas de la UNAM y contaba con el aval del Instituto Nacional Indigenista. Sus servicios de información eran muy apreciados por el Departamento del Estado.

En los ochentas en Chiapas desembarcaron numerosos antropólogos del Proyecto Lingüístico "Francisco Marroquin" que fue fundado en Guatemala en los años sesentas bajo la Alianza para el progreso.

Dos conrrotados miembros de este proyecto que trabajaron en México fueron Karin Dakin y Thomas Smith. El primero fue miembro del Instituto de Investigaciones Antropológicas y el Instituto de Investigaciones Filológicas, ambos de la UNAM. El segundo fue investigador en el colegio de México.

Cuando en 1984 se fundo el doctorado de antropología en la UNAM, se nombro para dirigirlo a un ex agente del Departamento del Estado, el doctor Norman McQwon.

MaQwon trabajó de manera estrecha con Heberto Morales Constantino, rector de la Universidad Autónoma de Chiapas. Constantino tenía estrechas ligas con universidades ultraderechistas de Estados Unidos y confecionales de Colorado y Alabama, lo mismo que con agentes de la CIA.

Constantino trabajó en proyectos conjuntos con James Burke, de las universidades de colorado y Alabama. Constantino fue descubierto como agente de la CIA cuando el jefe de la estación de la CIA en México, Lawrence Sternfield fue descubierto por el periodista Manuel Buendía.

Otro agente de la CIA que trabajó en Chiapas como coordinador del Instituto Lingüístico de Verano en los altos de Chiapas fue Thomas A. Lee que junto con Constantino y James Burke trabajaban para Lawrence Sternfield reportando los movimientos indígenas de Chiapas.