GRACIELA: LA DEFENSA DE NICOLAS RUIZ

Inés Castro Apreza

Fuiste la única mujer, entre 167 personas, que el Ejército federal y Seguridad Pública detuvieron aquel 3 de junio de 1998. Aunque te acusaron de "resistencia de particulares", tú en realidad te ocupaste aquel día de proporcionar ayuda a quienes se ahogaban bajo el efecto de los gases lacrimógenos lanzados por ellos desde helicópteros, y, mucho antes del inicio del operativo policiaco-militar, decidiste que no saldrías siquiera de tu casa para estar pendiente del teléfono, en una muestra más de tu incansable labor de servicio al pueblo.

Te rehusaste a salir bajo fianza porque eso implicaba aceptar un cargo del que no eras responsable. Permaneciste en la cárcel varios días, hasta que la comunidad te convenció de que no deberías estar por más tiempo en la ratonera de injusticias cometidas contra indígenas y campesinos que es Cerro Hueco. Cuentas, por cierto, que durante tu estancia conociste ahí a una mujer acusada de venta de drogas, quien no ha podido ver durante dos años a su esposo y a sus hijas gracias a esta falsa imputación, y, al rememorarlo, hablas con tu fuerza y seguridad característica para decir que "el gobierno" ataca siempre a los más desvalidos.

Hace unos días, el primero de marzo, movilizaste una vez más a las mujeres de Nicolás Ruiz para defender los "derechos del pueblo" frente a los ataques de Seguridad Pública, ahora representada sutilmente por mujeres gordas, en el marco de una estrategia global para arrebatar banderas y demandas a las izquierdas -cosa que se podría demostrar con varios ejemplos-, así como para "suavizar" los operativos policiaco-militares disfrazándolos de posibles enfrentamientos entre personal femenino. La asamblea de aproximadamente 500 mujeres reunidas cada vez que se suscita algún evento parecido es posible gracias a tu empeño e incansable tezón para luchar contra lo que todas y todos ustedes, el pueblo de Nicolás Ruiz, consideran un verdadero atropello a la voluntad popular.

Sí: la "voluntad popular" tiene sentido en Nicolás Ruiz, como lo tiene en otros municipios que no se someten al arbitrio de un gobernador de mano dura cuya investidura no se debe al voto electoral, sino a los vestigios del presidencialismo omnímodo. La "voluntad popular" de Nicolás Ruiz es acallada precisamente por oponerse al dominio de un partido político que se niega a perder espacios y cuotas a las que está habituado, pero esa "voluntad popular" no se quebranta por más violencia que sacuda calles y casas y por más violencia que sufran mujeres y hombres, ancianos e infantes.

Y tú eres una de las mejores muestras de esa "voluntad popular" inquebrantable. Eres, para decirlo llanamente, la líder que todas y todos deberíamos llevar dentro, y lo muestras también en días como hoy, Día Internacional de la Mujer, cuando conduces parte del mitin realizado en San Cristóbal de Las Casas al final de la marcha de 8,000 mujeres y hombres, y muestras la fortaleza aprendida en un contexto hostil contra indígenas y campesinos y, en particular, contra mujeres.

Hablas de la defensa de los "usos y costumbres" del pueblo de Nicolás Ruiz -cosa que no quiere respetar Albores Guillén porque el PRI es una minoría que se beneficia tan sólo de lo que el gobierno estatal y federal le regalan-, y al mismo tiempo no te engañas: el "faraón", has dicho varias veces, "también está en la casa". Hay que luchar entonces en varios niveles; se necesitan cambios en muchos sentidos, algunos están en marcha y otros todavía no.

Tal claridad de pensamiento podría ser envidiado incluso por muchas feministas que nos situamos en algún polo extremo: "toda está bien en la participación de la mujer zapatista o indígena en general", "todo está mal en ella, son los hombres quienes deciden por ellas". Un feminismo mal entendido, claro.

Y tú distingues bien el terreno que pisas. Reconoces que tu participación activa en la comunidad pudo ser causa eficiente de tu detención en junio, y, sin embargo, sigues de pie. Organizas, hablas, conduces el himno zapatista mejor de lo que cualquiera podría hacer, animas a las mujeres a participar, te preguntas cómo mantener esta participación más allá de las coyunturas difíciles, ideas formas para movilizar a las y los jóvenes de tu comunidad. Eres incansable. Nada te detiene, Graciela, nada te detiene.