Indicador Político
Carlos Ramírez

Periódico "El Universal" 07-enero-2000

Chiapas: Vaticano e intereses foráneos.
Preparación de nueva guerra religiosa.

El verdadero debate sobre la decisión del Vaticano de no confirmar a Raúl Vera como responsable de la diócesis de San Cristóbal de las Casas se ha desviado hacia la posibilidad de que la diplomacia mexicana haya podido influir en el ánimo del papado. Pero lo más grave del asunto radica en otro hecho: al modificar la correlación de fuerzas sociales y políticas en Chiapas con el envío de Vera a Saltillo, el Vaticano internacionalizó el conflicto en Chiapas y se metió directamente en la negociación de la paz.

La polémica en torno de Vera, asimismo, evidenció también el status especial de la Iglesia católica: los miembros de la jerarquía católica obedecen a un príncipe extranjero. Por tanto, podría considerarse que toda la jerarquía que opera en México le debe obediencia primaria al Estado Vaticano y a la jefatura máxima de la Iglesia católica de Roma. En consecuencia, los sacerdotes católicos dependen directamente del nuncio apostólico –el embajador católico– y no se mueven por los criterios de la Constitución. Por tanto, en Chiapas hay un Estado extranjero metido en la crisis.

Al modificar la situación en Chiapas con la salida del obispo Samuel Ruiz y la prohibición de la jefatura del Estado Vaticano para que el obispo Raúl Vera tomara su lugar, la negociación de la paz ya no será solamente entre el EZLN y el gobierno federal mexicano sino que la iglesia católica romana –y sus intereses geopolíticos ligados a EU– se metió como parte esencial del conflicto. Las comunidades indígenas chiapanecas encontraron en la doctrina cristiana de Samuel Ruiz –una iglesia al servicio de los pobres, no la iglesia vaticana que depende de las relaciones de poder con dictaduras y que ha bendecido a dictadores como Hitler, Franco y Pinochet por razones ideológicas – una posibilidad de encontrar los caminos del cambio en el escenario histórico de explotación.

Un obispado que no siga los caminos del obispo Ruiz de defender a los indígenas tendrá necesariamente que optar por el explotador blanco y los gobiernos priístas que han sostenido históricamente la situación de explotación indígena en Chiapas. En este contexto, la presencia de Raúl Vera en la diócesis de San Cristóbal de las Casas se explicaba en función de un momento delicado del conflicto armado entre la guerrilla del EZLN y la presencia del ejército. Más que un éxito de la diplomacia mexicana, la decisión de modificar la situación eclesiástica en Chiapas se debe entender como parte de la estrategia geopolítica para México del Vaticano como Estado y como jerarquía máxima de una creencia religiosa.

A pesar de la desaparición del comunismo en la Unión Soviética, el Vaticano se mueve aún en la lógica de la confrontación ideológica de la guerra fría . Varias investigaciones han documentado el papel conciente del Vaticano durante el papado de Karol Wojtyla en el desmoronamiento de la zona soviética de influencia. El papado de Wojtyla fue un aliado de la administración Reagan para derrotar al gobierno comunista de Polonia con el apoyo religioso y personal del Papa al líder sindical Lech Walesa. El modelo político del Vaticano para convertir a países comunistas, socialistas y progresistas a la fe neoliberal se conoce como polonización . Y México está en la ruta de la polonización vaticana. En este sentido, el cambio de obispo en la diócesis de San Cristóbal de las Casas deberá de entenderse como parte de la estrategia política del Vaticano para influir en el rumbo político de México a través de Chiapas. Si sacerdotes católicos en la historia contemporánea fueron aliados de movimientos guerrilleros –los hubo en la resistencia antifascista de la Segunda Guerra en Europa, mientras Pío XII miraba hacia otro lado para no condenar los crímenes de Hitler contra los judíos–, el arribo de Wojtyla al papado vaticano –un obispo anticomunista contra el gobierno en Polonia– significó también la opción asumida por la iglesia católica a favor de la ideología conservadora del capitalismo sobre la propuesta de la economía socialista de Estado.

El punto conflictivo sobre el caso Ruiz-Vera en Chiapas debe ubicarse, en consecuencia, en el escenario de las definiciones de fondo en la transición política mexicana. Al cambiar a sacerdotes comprometidos con los intereses de los indígenas y metidos en la negociación de la paz para evitar la imposición de una solución militarista, el papa Karol Wojtyla se sumió en la lógica Albores: la negociación de una paz que beneficie al PRI y al priísmo y que derrote las protestas de los zapatistas. Lo malo, en todo caso, es que a través del caso Ruiz-Vera el Vaticano interviene en un asunto político mexicano.

El problema de fondo es la dependencia de los sacerdotes mexicanos de los intereses de un Estado extranjero y de un modelo político-ideológico diferente. Cuando Stalin preguntó por el número de divisiones militares que pudiera tener el Vaticano para sentarse en Yalta a la repartición del mundo de la segunda posguerra, en el fondo no quería reconocer la trampa política del Estado Vaticano: utilizar las creencias religiosas y la fe de las personas para imponer regímenes políticos nacionales en los países. Los intereses del Vaticano condenaron a Italia durante decenios a depender del Partido Demócrata Cristiano, pese a evidencias de corrupción, amafiamiento y descomposición ideológica. La alianza Vaticano-EU en la época de Henry Kissinger y Nixon en la Casa Blanca evitaron la posibilidad de que el Partido Comunista Italiano del renovador Enrico Berlinguer llegara a la presidencia de la república.

El riesgo de la modificación del equilibrio político en Chiapas con la salida de los obispos Ruiz y Vera estaría en la posibilidad de que Chiapas –y de paso la república por el papel de influencia política del EZLN en la agenda política nacional– contribuya a la polonización del país. Lo que ha ocurrido con la iglesia católica en Chiapas tiene su correspondencia con una mayor inclinación de la alta jerarquía católica nacional hacia posiciones conservadoras tradicionales, más con el PRI que con el PAN. Las visitas del Papa Wojtyla a México han contribuido a fortalecer el ala conservadora de la iglesia católica en momentos en que el país quiere transitar a la democracia: la iglesia católica juega en el terreno de la restauración priísta con Francisco Labastida. La misma jerarquía que influyó en el fin de Ruiz y Vera en Chiapas ya se alió a Labastida.

Sin Ruiz ni Vera en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, la negociación de la paz en Chiapas entró en una zona de incertidumbre . Pese a las campañas de desprestigio y de acoso, el obispo Samuel Ruiz se había convertido en un dique de contención a los avances militaristas y en la protección de las comunidades indígenas agobiadas por la violación de los derechos humanos. En este sentido, el papel de Ruiz y Vera había sido de factor de equilibrio en Chiapas. Por tanto, la salida de los dos y la llegada de un nuevo obispo alejado de la dinámica social de una de las regiones más conflictivas de la república necesariamente modificará el tablero geopolítico del conflicto en Chiapas.

De ahí que la remoción de Ruiz y Vera no haya respondido a una cuestión exclusivamente religiosa sino que la decisión del Vaticano se tomó –por los accesos a la información política de la iglesia católica– con los riesgos políticos y hasta sociales. Pastoralmente, Chiapas es una zona conflictiva por el papel de agrupaciones religiosas diferentes a la católica y muchas de ellas ligadas a grupos protestantes de Estados Unidos. En consecuencia, el Vaticano replanteó su enfoque sobre México, sobre Chiapas y sobre la cuestión indígena.

Aunque habría una satisfacción personal por la derrota de Ruiz –una antipatía de Zedillo–, en el fondo no se ha medido el costo de la modificación del equilibrio en Chiapas por la salida de Vera. Al final, el gobierno federal carece de iniciativas para el escenario chiapaneco sin Vera ni Ruiz, salvo la salida militarista.